LA HIPOTECA
PERSONAJES
ARTEMISA
DANTE
NIÑO I (FERNANDITO)
NIÑO II (LUISITO)
ALEJANDRO (Director de la sucursal bancaria)
ALFONSO
ACTO I
(Dante y Artemisa se despiertan de madrugada para atender a uno de sus hijos que está enfermo con gripe y aprovechan para hablar de la situación económica por la que están atravesando y hacer repaso también a su relación)
DANTE.- Uummm! (Se despereza sin ser capaz de abrir todavía los ojos).
ARTEMISA.– Uunmm! (Hace lo mismo que él)
DANTE.- ¿Qué pasa? (Aún a oscuras y sin hacer la más mínima intención de mover un músculo).
ARTEMISA.- ¿Que va a pasar? Que te toca a ti levantarte.
DANTE.– Pero ¿Qué hora es?
ARTEMISA.- Son las tres y media. Tu hijo está tosiendo y hay que darle el antibiótico.
(Dante se levanta y va al cuarto contiguo en el que duermen sus dos hijos)
DANTE.- No te muevas, que es peor… (Un ajetreo viene de la otra habitación que es como un forcejeo que finalmente cesa).
ARTEMISA.- ¿Le has puesto el supositorio al niño?
DANTE.- Si, si. Se ha resistido un poco, pero ahí duerme ya tranquilo.
ARTEMISA.- Mañana sin falta lo llevo al médico otra vez. Después me recoges porque tenemos que ir al banco.
DANTE.- Ufff. Eso es lo que me quita el sueño.
ARTEMISA.- No es lo único que nos va a quitar el Banco.
DANTE.- ¿Qué quieres decir? ¿Que estamos en las últimas y que no saldremos de esta?
ARTEMISA.- Lo estás diciendo tú.
DANTE.- Yo lo digo por la marisabidilla de la oficina bancaria que se cree que está en poder del conocimiento total.
ARTEMISA.- Ya me dirás, conoce nuestra situación económica mejor que nosotros.
(Un quejido, acaso unos espasmos salen de forma intermitente de la habitación contigua)
DANTE.- Me está pareciendo que hay algo de reproche, y que yo soy culpable de que el Euribor se haya ido por las nubes.
ARTEMISA.- No, que vas a tener tú la culpa de eso también, faltaría más. Pero que no haces caso a lo que te digo muchas veces, y tú venga con que no me preocupe que Sandri va a inyectar al sistema mucho dinero del BCE.
DANTE.- Sandri, no. Draghi, el italiano ese que se parece a Dante Aligieri.
ARTEMISA.- Lo que me faltaba otro Dante más en casa.
DANTE.- ¿En casa?
ARTEMISA.- Bueno, en la hipoteca que es peor.
(Otro quejido viene de la habitación)
FERNANDITO.- Mamaaaaaá.
(Artemisa salta de la cama y va a la habitación, mientras Dante habla para él)
DANTE.- No soporto esta situación mucho más tiempo, y lo peor es que ella tiene razón. Siempre tiene razón, pero como la razón la tiene tan adelantada parece que se está riendo de mí a todas horas.
(El ajetreo, los saltos y las carreras se suceden en la habitación de los niños).
Y eso no es lo peor, lo peor es cómo me mira mi suegra. “Desarrapao” le oí decir el otro día. “Que es un desarrapao” le decía a su hija. “Te hubiera ido mejor con tu primo el joyero”. Joder con la crisis, la suegra, los directores de sucursal que van de listos, como si yo no supiera lo que está pasando ahí fuera, como si fuera imbécil y no me enterase de lo que tengo que hacer.
ARTEMISA.- Pero ¿A quién le has puesto el supositorio?
DANTE.- (Duda). Pues, a Fernandito
ARTEMISA.- Si el que tose es Luisito que está el pobre ardiendo de fiebre.
DANTE.- (Comido ya por el miedo ante la que le va a caer). Claro, como Fernandito me agarró la mano, yo pensé que se habrían cambiado de cama. Y ¿Qué olor es ese?
ARTEMISA.- Vamos a ver ¿De dónde has cogido el supositorio?
DANTE.- De dónde va a ser, pues del frigorífico, que con este calor…
ARTEMISA.- ¿Una caja blanca con letras verdes que pone ROVI?
DANTE.- ¡Los únicos que había!
ARTEMISA.- ¡Eres un peligro! Le has puesto a tu hijo un supositorio de glicerina contra el estreñimiento y ahora tenemos a un niño con treinta y ocho de fiebre y a otra criatura cagándose por la pata abajo.
ACTO II
(Dante y Artemisa esperan en la antesala de la oficina del director del Banco para ver la situación en la que se encuentran sus cuentas y valorar la situación de la subida de tipos en su hipoteca).
DANTE.- Vaya cola. Estos están igual que nosotros, tiesos y acojonados.
ARTEMISA.- Ya. (Asiente, mientras pone los ojos en blanco)
DANTE.- ¡Hola, Alfonso! (Saluda a un vecino que al verlos hace cómo que se le olvida algo, y vuelve a salir del Banco). Míralo, anda que no es estirado el tipo, lo mismo se le ha olvidado la chequera en el Jaguar.
ARTEMISA.- Ya no tiene Jaguar, ni barco de doce metros.
DANTE.- ¿Y eso?
ARTEMISA.- Ha quebrado la empresa y los ha tenido que vender.
DANTE.- ¡Joder! Entonces ¿qué hacía en Jokey comiendo hace dos semanas? Tú y yo quebramos y no nos podemos permitir comiditas de este tipo y no te digo nada de la fuente de percebes que se estaban metiendo.
ARTEMISA.- Mejillones, es a lo más que podría yo aspirar.
DANTE.- Te noto tensa, cariño.
ARTEMISA.- No me llames cariño aquí en el Banco. Después de la que tuvimos delante del director a ti ya no te cree nadie.
(En eso llega Alejandro, el director de la Sucursal bancaria con un mazo de documentos en una mano mientras camina hacia su despacho y les saluda sin detenerse)
ALEJANDRO.- ¿Qué tal cómo estáis? Ahora os atiendo.
DANTE.- Bien. No te preocupes, Nosotros… (No puede acabar la frase porque el director está ya en su despacho atendiendo el teléfono)
ARTEMISA.- Uf. Esto me da mala espina.
DANTE.- Mujer. No ves que le están llamado.
ARTEMISA.- Ya te dije que eso de las hipotecas en yenes es para listillos y tú no eres precisamente una lumbrera con los números.
DANTE.- ¿Cómo?
ARTEMISA.- Vale, vale, ya sé que hiciste la tesis sobre la aritmética de Boecio, pero esto es la Primera División y aquí te meten goles por toda la escuadra sin que te enteres siquiera.
DANTE.- Artemisa, Artemisa, que no tengo cuerpo para discutir tan temprano. Tenemos revisión cada seis meses y esto no puede subir más. (Entra Alfonso y se encuentran en el pasillo). Yo creo que de aquí a un par de… (Se interrumpe al llegar a su altura).Hola Alfonso. Pues le decía a Artemisa que te vi el otro día en… (Ahh)
(Un patada en mitad de la espinilla le índica que cambie de tercio, y se le adelanta su mujer)
ARTEMISA.- Buenos días Alfonso. ¿Qué tal tu hija Luisa? Hoy tengo tutoría en el colegio y me ha enviado una nota con Sandra para esta tarde.
ALFONSO.- !Ah! Bien, bien. Bueno, lleva unos días un poco alterada. Será la alergia. La primavera la agota, pero en un par de días estará como nueva.
ARTEMISA.- Bueno, bueno.
DANTE.- Los jóvenes ya se sabe. Se creen que son inmunes a todo, y después van, se montan en un descapotable y se resfrían. Por cierto, hace tiempo que no te veo con el Jaguaaaah… Ah!! (Nueva patada a la espinilla y pellizco con saña en las gordurillas cintureras).
ALFONSO.- Ya. Perdonad, me llama Alejandro. Hasta luego.
DANTE.- No, si encima se cuela el tío.
ARTEMISA.- ¿Pero tú eres tonto o es que se te ha enredado el colesterol en la neurona? ¿Cómo se te ocurre meterle en dedo en la herida? Además, a ti qué te importa. Por lo menos él si que puede decir que se paseaba en descapotable, cosa que tú no sabes lo que es.
DANTE.- Poca memoria tenemos.
ACTO III
(Nuevamente, de madrugada, Artemisa y Dante ven interrumpido el sueño por los acontecimientos del día anterior y retoman la conversación que habían dejado a medias la mañana anterior en el Banco)
ARTEMISA.– ¡Todavía no me lo puedo creer¡ ¡No doy crédito!
DANTE.– (Sobresaltado por las palabras de su mujer). ¿Qué ha pasado? ¡Los niños! ¿Dónde están? (Completamente perdido).
ARTEMISA.– ¡No doy crédito! (Masculla llevándose las manos a la cabeza)
DANTE.- ¿Crédito? (Poniendo cara de sorpresa). ¿Has visto cómo al final ha tragado? Ya te decía yo que Alejandro nos echaría una mano aunque el euribor y los yenes no se lleven bien.
(Le interrumpe su mujer)
ARTEMISA.- Pero nada bien. No se llevan nada, es más ni se hablan siquiera. El interés que ahora parece que empezaba a aflojar la soga para el resto de los mortales, a nosotros no solo no nos baja sino que nos sube como un loco.
DANTE.– Bueno, pero podemos cambiarla, ahora que parece que…
ARTEMISA.– Lo que parece es que vamos a tener que deshacernos de uno de los dos coches.
DANTE.– Pero cómo vas a dejar tu… ¿Tu coche?
ARTEMISA.- El mío no, el tuyo. Tu Toyota, mira, japonés también, como la hipoteca.
DANTE.– ¿Cómo que mi coche?
ARTEMISA.- Ya me dirás cómo llego yo sin coche al colegio que está a las afueras ¿Levantándome tres horas antes? Tú solo tienes dos paradas Metro hasta la oficina.
(Antes de que Dante pueda pronunciar una queja, Artemisa se incorpora en la cama y se pone la almohada sobre el cabecero y se acomoda para la batalla)
Ah, y ya te estás olvidando del squash, de la sociedad gastronómica y del abono del Madrid.
(Dante se incorpora como un resorte y se empieza atragantar)
DANTE.– No puedes decir eso en serio. Yo era ya del Madrid antes de conocerte. Yo era del Madrid tres novias antes que tú. Chúpate esa.
ARTEMISA.- Si, pero con ellas lo único que chupaste fue banquillo porque las tres te dejaron. Y no me hagas hablar. El fútbol lo ves en la cafetería de abajo.
DANTE.– Que no puedo hacer eso, que el carnet del Madrid es sagrado.
ARTEMISA.- Por cierto, ahora que estoy contando, novias, lo que se dice novia novia solo tuviste a Puri, y esa te dejó por un piloto de Spanair. Luego Araceli la bibliotecaria, que no te miraba a la cara aunque le pediste en préstamo media biblioteca y se creía que tenías un negocio de fotocopias clandestinas en casa. Pero ¿cuál es la otra?
DANTE.– Pues, Mary Hope, la diseñadora.
ARTEMISA.- ¿Quién? ¿Esperanza? ¿La modistilla? Hasta esa te dejó.
DANTES.– Si, la de la tienda de ropa en Berlín. Y no me dejó, la dejé yo para recorrer Europa antes de caer aquí. Ah, y me movía en un descapotable.
ARTEMISA.- No me hagas reír. Si aquel coche era un Dos Caballos con la capota de plástico. Y será mejor que vayas bajando los humos y cuidado con lo que dices no vaya a ser que te caigas por ahí.
(Un llanto se inicia en la habitación de los niños y Artemisa se dirije a la cocina antes de entrar para atender a su hijo. Cunado vuelve trae un supositorio en la mano)
Todavía no le toca el antibiótico, pero te digo una cosa, mañana después de llevar al niño al médico, te pasas por el concesionario y pones tu coche en venta y aprovecha porque el próximo miércoles te despides del Bernabeu.
(A Dante no le quedan ya fuerzas ni para discutir. Se produce un silencio que se puede cortar con cuchillo. Los dos están sentados en la cama y con las señales horarios se pone en funcionamiento la radio)
VOZ DE LA RADIO.- “Son las cuatro de la mañana, pi, pi, pi, piiii. Si tu vida sexual es satisfactoria no importan los problemas…”
(Dante y Artemisa se miran. Dante pone los ojos como platos mientras Artemisa que no se cree que su marido pueda imaginar ni por un momento la escena del anuncio)
DANTE.- Artemisa, yo… si tú quieres vendo el coche, dejo el squash y si tú quisieras ahora mismo dejamos los problemas a un lado… pero lo del abono del Madrid.
(En ese momento el llanto de un niño viene de la habitación contigua que cada vez es más estridente. Artemisa coge el supositorio de la mesilla y mira a su marido)
ARTEMISA.- Anda Don Juan, levántate que ahora te toca a ti atender a tu hijo.
DANTE.– Pero…
ARTEMISA.– Y si sobran supositorios le pones otro a Draghi, a Sandri y a Kusumoto también.
FIN